Tomado de: http://www.webislam.com/?idt=9058
Junto al tráfico de armas, de órganos y la industria del sexo, las drogas es uno de los negocios que mayor volumen de dinero mueve a escala mundial. La existencia del tráfico de estupefacientes responde a una clara estrategia global de control social, un control que se lleva a cabo de forma encubierta y que responde a los intereses de quienes detentan el poder económico.
Las drogas constituyen un importante problema social debido al impacto negativo que generan. Sin embargo, en la actualidad, la verdadera naturaleza de las drogas no es puesta de manifiesto, lo que impide tener una visión mínimamente clara acerca de este problema, desviándose siempre la atención hacia aspectos secundarios y de una importancia menor.
Generalmente se intenta transmitir que las drogas son malas por la sencilla razón de que pueden llegar a matar, o simplemente porque los efectos negativos que tienen son devastadores para la salud humana, lo cual, sin dejar de ser cierto, no representa el principal motivo para calificarlas como malas.
Las drogas, si por algo son realmente malas es porque generan una dependencia sobre quienes las consumen, creando la necesidad de consumirlas de forma continuada para evitar los efectos físicos o psíquicos negativos que aparecen al dejar de tomarlas, lo que implica una pérdida de control sobre uno mismo y la consecuente esclavitud del individuo. Así, el hombre pierde su humanidad renunciando a su libertad y haciéndose esclavo de la droga. Las drogas despersonalizan completamente al individuo, este deja de ser él mismo y la droga pasa a apoderarse de todo su ser, lo termina suplantando.
Este es el carácter esencialmente negativo de las drogas, lo que permite, en definitiva, que ciertos grupos económicos ejerzan un poder despótico sobre parte de la sociedad, a la cual exprimen hasta límites insospechados consiguiendo una gran rentabilidad económica con ello.
El LSD o la heroína fueron introducidos masivamente en la sociedad en los años 60 y 70 por agencias gubernamentales de los EE.UU., lo que produjo una gran expansión del consumo de estas drogas. El LSD surgió a partir de unos experimentos que Alemania estuvo desarrollando durante la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de intentar desarrollar ciertas facultades nerviosas del cerebro. Con el fin de la guerra EE.UU. se hizo con el proyecto y continuó experimentando pero sin alcanzar, al parecer, resultados exitosos. Por esta razón se decidió experimentar con él a escala social, por lo que se comenzó a introducir entre los jóvenes de los 60.
El resultado fue la creación de una inmensa fortuna que permitió a la propia CIA financiar sus operaciones encubiertas a lo largo del mundo, y de igual manera, supuso un suculento negocio para los bancos encargados de blanquear el dinero, ya que ello les permitía disponer de inmensas cantidades de efectivo para responder a sus pagos.
Algo similar ocurrió con la heroína, que comenzó igualmente a proveer de inmensos ingresos que hicieron de las drogas un negocio muy suculento dada su gran rentabilidad. Diferentes agencias gubernamentales comenzaron a llevar a cabo el control de estas sustancias al tiempo que se lucraban con ellas, evitando de este modo tener que incrementar los impuestos sobre los ciudadanos para poderse financiar, lo que hubiera traído consigo importantes protestas. Pero paralelamente a esto, se comenzó a estudiar los efectos sociales y la repercusión que iban teniendo estas drogas en la sociedad, como fue el caso de los hippies, lo que contribuyó a desmovilizar a la población joven de sus tradicionales luchas sociales frente a los abusos de las oligarquías, para quedar así sumida en un mensaje vacío e infantil.
Las drogas han servido históricamente como una especie de sedante para la sociedad ya que desvía la atención de los verdaderos problemas, lo que ha conferido al poder hegemónico un mayor control sobre esta proveyéndole de una válvula de escape, evitando así contestaciones sociales que pudieran terminar teniendo efectos indeseables y desestabilizadores. El sistema nos quiere drogados y pasivos para poder continuar con su opresión.
Debido a la gran importancia que las drogas han adquirido dentro de la estrategia política y social de las oligarquías, se ha hecho fundamental el control de las principales rutas de tráfico de drogas, las mismas que conectan los centros de producción con los inmensos mercados occidentales. Por esto, muchos conflictos armados que se han presentado bajo un prisma equivocado respondían, en realidad, a las pretensiones por parte de las potencias económicas mundiales de hacerse con el control de dichas rutas, o de mantener la producción de estupefacientes en determinados países (como es el caso de Afganistán).
Como se ha dicho, debido a la magnitud del volumen de negocio que mueve el tráfico de estupefacientes, su integración económica ha provisto a la banca de unos inmensos beneficios derivados del blanqueo de capitales. El dinero es "legalizado" al ponerlo en circulación dentro del sistema bancario, y a su vez es utilizado para desarrollar inversiones especulativas que revierten en el propio blanqueador, es decir, el banco. Asimismo, aparte de los grandes beneficios que reporta, los bancos están muy interesados en contar con dinero líquido para hacer frente a sus pagos, y, a su vez, resguardarse de cualquier crisis financiera derivada de la inestabilidad del mercado bursátil mundial y el crecimiento desmesurado del dinero digital fruto de la especulación.
Resulta preocupante que el consumo de drogas se haya incrementado de forma brutal entre la juventud, lo que es muy peligroso en la medida en que contribuye a destruir la calidad humana de la sociedad, ya que las drogas deterioran el material biológico de una población sumiéndola en la enfermedad y la esterilidad. Una sociedad llena de alienados, incapaces y enfermos es una sociedad descompuesta camino de su desaparición, y si lo que se destruyen son las fuerzas vitales de esa sociedad que permiten su regeneración y renovación, su fin se vuelve inminente.
Las drogas, por su naturaleza problemática, generan conflictos sociales muy graves de naturaleza violenta, ya que la alteración que se ejerce sobre la consciencia de las personas debido a su dependencia con estas sustancias, las desnaturaliza al convertirse el consumo en el único objetivo de la vida del individuo. Esta desestructuración social del sujeto desarrolla su inadaptación, volviéndose así en un problema para quienes les rodean y, por ende, para la sociedad.
Como posible solución a este problema se ha llegado a plantear la legalización de las drogas, lo que demuestra, de entrada, bastante ignorancia o mala fe. En el supuesto de que se llevara a cabo la legalización de las drogas ello no evitaría los problemas sociales que genera su consumo, por el simple hecho de que altera el organismo y la mente humana en un sentido nocivo para la salud y la estabilidad social. Pero aún obviando estos aspectos negativos, se generaría la dinámica por la que la droga se procuraría hacer escasa en el mercado, de forma que se reprodujeran dinámicas oligopolísticas y monopolizadoras por parte de productores y distribuidores para venderla cara, y al mismo tiempo el Estado, como hace actualmente con el tabaco y el alcohol, se encargaría de gravar con impuestos dichas sustancias.
Incluso si quisiéramos llevar al extremo este planteamiento, y, una vez legalizadas las drogas y puestas en circulación dentro del sistema económico capitalista, consideráramos el mercado como la forma menos adecuada para su distribución y consumo, y designáramos al Estado como el encargado de proveer la droga a todo el mundo, de manera que se supliera la demanda social existente, estaríamos ante una situación igualmente peligrosa que le conferiría al Estado un control desmedido sobre la población, quienes de ser ciudadanos pasarían a ser sus esclavos. En este sentido es bastante aguda la descripción que Aldous Huxley realiza en su obra Un mundo feliz, en la que toda la sociedad consume una droga llamada soma, que es provista por el propio Estado, lo cual le provee un completo control mental sobre ella. Todo el mundo necesita la droga y para ello debe acceder a las exigencias de un poder tiránico.
Aparte de todo esto, a día de hoy, el poder económico además de lucrarse con el tráfico de droga e impedir que se produzcan movimientos que cuestionen las bases de su poder, es consciente de que las drogas generan ciertos problemas sociales que es necesario minimizar y gestionar. Es así como las llamadas campañas para evitar el consumo de drogas están, cada vez más, orientadas a la prevención de los riesgos asociados al consumo de las propias drogas. Se asume públicamente que la sociedad, o buena parte de ella, consume drogas y que ello no se puede ni evitar ni cambiar, por lo que la única posibilidad es intentar evitar que su consumo no genere importante malestar social ni conflictos que puedan hacer peligrar la estabilidad. No se combaten las causas últimas del problema para buscar su solución, ya que directamente se ha renunciado solucionarlo, sino que únicamente se pretende gestionar sus consecuencias.
El sistema comprende que la naturaleza del tipo humano actual, el burgués, no quiere otra cosa más que estabilidad, seguridad y que nadie ponga en peligro su estrecha parcela de individualismo. Por esta razón se ponen en marcha proyectos orientados a enseñar a la gente, especialmente a los jóvenes, a cómo consumir drogas de manera que los efectos negativos sean lo menores posibles. Así surgen las narcosalas, los programas de prevención de riesgos, etc... Se busca minimizar daños, como: evitar que alguien se encuentre jeringuillas en un parque, altercados en lugares públicos y de ocio, delincuencia, etc...
No son tampoco desaventuradas las teorías maltusianas de las que hace gala la inteligentsia liberal, que aplicadas al uso de la droga esta serviría para limpiar la sociedad de cierto exceso demográfico, consiguiendo así mantener ciertos grados de estabilidad y bienestar para el conjunto, a expensas, claro está, de borrar del mapa a otros.
Una lucha real contra las drogas sólo puede inscribirse dentro de un plan general de desmantelación de las estructuras capitalistas, ya que es la única forma posible de hacer que sea técnicamente imposible producir, traficar y consumir drogas. Además de esto, es imprescindible no sólo informar a la juventud de los peligros y riesgos a los que se exponen con el consumo de drogas, sino que es preciso educar a la juventud desde las familias, los medios de comunicación, el arte, el sistema educativo y cultural, y el propio poder político para rechazar el consumo de las drogas, y juntamente con ello a rechazar también la moral de esclavos inducida por el hedonismo exacerbado, para evitar que una juventud saludable hipoteque su futuro y venda su libertad a cambio de efímeros momentos de placer artificial.
Junto al tráfico de armas, de órganos y la industria del sexo, las drogas es uno de los negocios que mayor volumen de dinero mueve a escala mundial. La existencia del tráfico de estupefacientes responde a una clara estrategia global de control social, un control que se lleva a cabo de forma encubierta y que responde a los intereses de quienes detentan el poder económico.
Las drogas constituyen un importante problema social debido al impacto negativo que generan. Sin embargo, en la actualidad, la verdadera naturaleza de las drogas no es puesta de manifiesto, lo que impide tener una visión mínimamente clara acerca de este problema, desviándose siempre la atención hacia aspectos secundarios y de una importancia menor.
Generalmente se intenta transmitir que las drogas son malas por la sencilla razón de que pueden llegar a matar, o simplemente porque los efectos negativos que tienen son devastadores para la salud humana, lo cual, sin dejar de ser cierto, no representa el principal motivo para calificarlas como malas.
Las drogas, si por algo son realmente malas es porque generan una dependencia sobre quienes las consumen, creando la necesidad de consumirlas de forma continuada para evitar los efectos físicos o psíquicos negativos que aparecen al dejar de tomarlas, lo que implica una pérdida de control sobre uno mismo y la consecuente esclavitud del individuo. Así, el hombre pierde su humanidad renunciando a su libertad y haciéndose esclavo de la droga. Las drogas despersonalizan completamente al individuo, este deja de ser él mismo y la droga pasa a apoderarse de todo su ser, lo termina suplantando.
Este es el carácter esencialmente negativo de las drogas, lo que permite, en definitiva, que ciertos grupos económicos ejerzan un poder despótico sobre parte de la sociedad, a la cual exprimen hasta límites insospechados consiguiendo una gran rentabilidad económica con ello.
El LSD o la heroína fueron introducidos masivamente en la sociedad en los años 60 y 70 por agencias gubernamentales de los EE.UU., lo que produjo una gran expansión del consumo de estas drogas. El LSD surgió a partir de unos experimentos que Alemania estuvo desarrollando durante la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de intentar desarrollar ciertas facultades nerviosas del cerebro. Con el fin de la guerra EE.UU. se hizo con el proyecto y continuó experimentando pero sin alcanzar, al parecer, resultados exitosos. Por esta razón se decidió experimentar con él a escala social, por lo que se comenzó a introducir entre los jóvenes de los 60.
El resultado fue la creación de una inmensa fortuna que permitió a la propia CIA financiar sus operaciones encubiertas a lo largo del mundo, y de igual manera, supuso un suculento negocio para los bancos encargados de blanquear el dinero, ya que ello les permitía disponer de inmensas cantidades de efectivo para responder a sus pagos.
Algo similar ocurrió con la heroína, que comenzó igualmente a proveer de inmensos ingresos que hicieron de las drogas un negocio muy suculento dada su gran rentabilidad. Diferentes agencias gubernamentales comenzaron a llevar a cabo el control de estas sustancias al tiempo que se lucraban con ellas, evitando de este modo tener que incrementar los impuestos sobre los ciudadanos para poderse financiar, lo que hubiera traído consigo importantes protestas. Pero paralelamente a esto, se comenzó a estudiar los efectos sociales y la repercusión que iban teniendo estas drogas en la sociedad, como fue el caso de los hippies, lo que contribuyó a desmovilizar a la población joven de sus tradicionales luchas sociales frente a los abusos de las oligarquías, para quedar así sumida en un mensaje vacío e infantil.
Las drogas han servido históricamente como una especie de sedante para la sociedad ya que desvía la atención de los verdaderos problemas, lo que ha conferido al poder hegemónico un mayor control sobre esta proveyéndole de una válvula de escape, evitando así contestaciones sociales que pudieran terminar teniendo efectos indeseables y desestabilizadores. El sistema nos quiere drogados y pasivos para poder continuar con su opresión.
Debido a la gran importancia que las drogas han adquirido dentro de la estrategia política y social de las oligarquías, se ha hecho fundamental el control de las principales rutas de tráfico de drogas, las mismas que conectan los centros de producción con los inmensos mercados occidentales. Por esto, muchos conflictos armados que se han presentado bajo un prisma equivocado respondían, en realidad, a las pretensiones por parte de las potencias económicas mundiales de hacerse con el control de dichas rutas, o de mantener la producción de estupefacientes en determinados países (como es el caso de Afganistán).
Como se ha dicho, debido a la magnitud del volumen de negocio que mueve el tráfico de estupefacientes, su integración económica ha provisto a la banca de unos inmensos beneficios derivados del blanqueo de capitales. El dinero es "legalizado" al ponerlo en circulación dentro del sistema bancario, y a su vez es utilizado para desarrollar inversiones especulativas que revierten en el propio blanqueador, es decir, el banco. Asimismo, aparte de los grandes beneficios que reporta, los bancos están muy interesados en contar con dinero líquido para hacer frente a sus pagos, y, a su vez, resguardarse de cualquier crisis financiera derivada de la inestabilidad del mercado bursátil mundial y el crecimiento desmesurado del dinero digital fruto de la especulación.
Resulta preocupante que el consumo de drogas se haya incrementado de forma brutal entre la juventud, lo que es muy peligroso en la medida en que contribuye a destruir la calidad humana de la sociedad, ya que las drogas deterioran el material biológico de una población sumiéndola en la enfermedad y la esterilidad. Una sociedad llena de alienados, incapaces y enfermos es una sociedad descompuesta camino de su desaparición, y si lo que se destruyen son las fuerzas vitales de esa sociedad que permiten su regeneración y renovación, su fin se vuelve inminente.
Las drogas, por su naturaleza problemática, generan conflictos sociales muy graves de naturaleza violenta, ya que la alteración que se ejerce sobre la consciencia de las personas debido a su dependencia con estas sustancias, las desnaturaliza al convertirse el consumo en el único objetivo de la vida del individuo. Esta desestructuración social del sujeto desarrolla su inadaptación, volviéndose así en un problema para quienes les rodean y, por ende, para la sociedad.
Como posible solución a este problema se ha llegado a plantear la legalización de las drogas, lo que demuestra, de entrada, bastante ignorancia o mala fe. En el supuesto de que se llevara a cabo la legalización de las drogas ello no evitaría los problemas sociales que genera su consumo, por el simple hecho de que altera el organismo y la mente humana en un sentido nocivo para la salud y la estabilidad social. Pero aún obviando estos aspectos negativos, se generaría la dinámica por la que la droga se procuraría hacer escasa en el mercado, de forma que se reprodujeran dinámicas oligopolísticas y monopolizadoras por parte de productores y distribuidores para venderla cara, y al mismo tiempo el Estado, como hace actualmente con el tabaco y el alcohol, se encargaría de gravar con impuestos dichas sustancias.
Incluso si quisiéramos llevar al extremo este planteamiento, y, una vez legalizadas las drogas y puestas en circulación dentro del sistema económico capitalista, consideráramos el mercado como la forma menos adecuada para su distribución y consumo, y designáramos al Estado como el encargado de proveer la droga a todo el mundo, de manera que se supliera la demanda social existente, estaríamos ante una situación igualmente peligrosa que le conferiría al Estado un control desmedido sobre la población, quienes de ser ciudadanos pasarían a ser sus esclavos. En este sentido es bastante aguda la descripción que Aldous Huxley realiza en su obra Un mundo feliz, en la que toda la sociedad consume una droga llamada soma, que es provista por el propio Estado, lo cual le provee un completo control mental sobre ella. Todo el mundo necesita la droga y para ello debe acceder a las exigencias de un poder tiránico.
Aparte de todo esto, a día de hoy, el poder económico además de lucrarse con el tráfico de droga e impedir que se produzcan movimientos que cuestionen las bases de su poder, es consciente de que las drogas generan ciertos problemas sociales que es necesario minimizar y gestionar. Es así como las llamadas campañas para evitar el consumo de drogas están, cada vez más, orientadas a la prevención de los riesgos asociados al consumo de las propias drogas. Se asume públicamente que la sociedad, o buena parte de ella, consume drogas y que ello no se puede ni evitar ni cambiar, por lo que la única posibilidad es intentar evitar que su consumo no genere importante malestar social ni conflictos que puedan hacer peligrar la estabilidad. No se combaten las causas últimas del problema para buscar su solución, ya que directamente se ha renunciado solucionarlo, sino que únicamente se pretende gestionar sus consecuencias.
El sistema comprende que la naturaleza del tipo humano actual, el burgués, no quiere otra cosa más que estabilidad, seguridad y que nadie ponga en peligro su estrecha parcela de individualismo. Por esta razón se ponen en marcha proyectos orientados a enseñar a la gente, especialmente a los jóvenes, a cómo consumir drogas de manera que los efectos negativos sean lo menores posibles. Así surgen las narcosalas, los programas de prevención de riesgos, etc... Se busca minimizar daños, como: evitar que alguien se encuentre jeringuillas en un parque, altercados en lugares públicos y de ocio, delincuencia, etc...
No son tampoco desaventuradas las teorías maltusianas de las que hace gala la inteligentsia liberal, que aplicadas al uso de la droga esta serviría para limpiar la sociedad de cierto exceso demográfico, consiguiendo así mantener ciertos grados de estabilidad y bienestar para el conjunto, a expensas, claro está, de borrar del mapa a otros.
Una lucha real contra las drogas sólo puede inscribirse dentro de un plan general de desmantelación de las estructuras capitalistas, ya que es la única forma posible de hacer que sea técnicamente imposible producir, traficar y consumir drogas. Además de esto, es imprescindible no sólo informar a la juventud de los peligros y riesgos a los que se exponen con el consumo de drogas, sino que es preciso educar a la juventud desde las familias, los medios de comunicación, el arte, el sistema educativo y cultural, y el propio poder político para rechazar el consumo de las drogas, y juntamente con ello a rechazar también la moral de esclavos inducida por el hedonismo exacerbado, para evitar que una juventud saludable hipoteque su futuro y venda su libertad a cambio de efímeros momentos de placer artificial.
Por: Colectivo Libertario Thrash Iria Sin derechos de autor, reproducción parcial o total permitida sin necesidad de solicitar aprobación o consulta de fuente. Información libre y abierta.
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